22 marzo 2007

FAUSTO (GOETHE, 1775)


¡He ahí el mundo! ¡Vaya un mundo! ¿Y aún preguntas por qué tu corazón se te encoge temeroso en el pecho? ¿Por qué un inexplicable dolor te cohíbe todo impulso de vida? En vez de esa Naturaleza viva que Dios creó ahí para los hombres, sólo te rodean a ti por todas partes humo, y polilla, y huesos de animales, y fémures de muertos. ¡Huye! ¡Arriba!...

¿Soy un dios yo? ¡Lo veo todo tan claro! Intuyo en esos trazos puros, en ellos latente, la fuerza operante de la Naturaleza delante de mi espíritu. Ahora es cuando, por primera vez, entiendo lo que dice el sabio: “No está cerrado el mundo de los espíritus; cerrado está tu sentido y muerta tu alma. ¡Arriba, discípulo! Baña alegre el pecho terrenal en la aurora de la mañana.” ¡Cómo todo se entreteje en el todo y lo uno actúa y vive en lo otro!